Con ese conflicto interno entre el dolor y el amor, el rencor y recuerdo, recorrí los 1000kms que separan mi ciudad de mi pueblo, donde mi abuela murió. Sabiendo, además que el regreso suponía otros 1000kms. ¿Me encontraría rabiosa, fría, triste, dolida, resentida?
Cuando llegué ante su féretro, sin embargo, las palabras que me surgieron fueron: "Te perdono". Así, sin más, sin haberlo preparado antes, desde el corazón directamente. Al día siguiente, en el entierro, ante los restos de mi abuela y los de mi abuelo, que al fin descansan juntos, también volví a sentir ese "Te perdono" esta vez a mi abuelo y sus abusos.
Las lágrimas limpiaron, las palabras sanaron, el perdón nos liberó.
Y así, se cerró una etapa dolorosa que empezó desde niña aún sin yo saberlo, con un estigma que se encrudeció ante la adolescencia, la juventud y las primeras relaciones sexuales y que tuvo su mayor crisis ya de adulta cuando pude poner palabras a lo sucedido y tomar decisiones al respecto, para solucionarlo.
El perdón fue el final y el perdón es el principio de una nueva etapa de mi vida. Así lo siento.
No hay comentarios:
Publicar un comentario